BLOG: El vicio de vivir
En
recuerdo de María Catalán Sifre (1907 - 2014).
Hay quien
profesa gustos extravagantes, quien esconde filias inconfesables y quien oculta
aficiones impúdicas. María, mi bisabuela, sólo tenía un gran vicio que le
gustaba sacarlo a pasear en cuanto podía, pero qué vicio… el gusto por vivir.
Se agarraba
a la vida como el que saca ticket para el mejor espectáculo del mundo, y su
ticket tuvo una validez de 106 años y medio, lo que nos hacía a la familia
presumir de ella en cuanto teníamos ocasión.
En 2007 nos
reunió a todos, los de aquí, los de ahí y los de más allí, los que estaban
desde siempre y los que andaban de paso, porque ella tenía ese don, que a todos
nos unía. El día de la Lotería de Navidad celebramos sus 100 años con una
comida que desembocó de noche en un McDonalds, al que por cierto, no hacía
ascos ni con 3 dígitos en la cartera. Todo lo contrario, se declaraba fan, a
pesar de saltarse ese término tan moderno y a veces injusto del target
objetivo.
Alrededor de
una hamburguesa, por cierto, gira uno de mis primeros recuerdos junto a ella.
Yo, con apenas 6 o 7 años, rompía de rabia a llorar porque me cerraron el
Cortilandia cuando era el siguiente niño en entrar, y ella me consoló
preparándome unas caseras en aquella casa de olor inconfundible, el mismo que
si ahora lo volviese a oler, me transportaría por un momento al barrio de
Torrefiel a mediados de los noventa.
Un día, a
causa de un ingreso hospitalario inesperado, nos enteramos que llevaba años
quitándose edad, o mejor dicho, no sumándosela, y nadie lo había notado nunca,
porque ella era así, tenía un corazón y una apariencia resignados a convertirse
en recuerdo.
Estaba ya
ella en estos pastos cuando se hundía el Titanic, sin ser esto ninguna figura
literaria recurrente, sino una realidad. También cuando estalló la Primera
Guerra Mundial. Ha visto repúblicas y monarquías alzarse y desplomarse, ahora
que tanto se habla de ellas, y también estaba aquí cuando llegó la TDT, los
Ipads, los Iphones, cuando España ganó un Mundial y por apenas 48 horas no ha
visto a un nuevo rey, sin que nada de ello le resultase ajeno. ¿Qué era
entonces para ella un pequeño trauma infantil en Cortilandia? Nada que no se
curase con pasmosa facilidad, como era ella.
El domingo
te cogí la mano, esa que te resignabas a cerrar hasta el final, igual que tu
aliento, que quería no cortarse nunca. A cada palabra, parecías querer
respondernos sin que la morfina te lo permitiese. Fuiste nuestro orgullo, y lo
seguirás siendo cada vez que te recordemos con una mezcla en el rostro de
melancolía y felicidad por todo lo que has sido y nos has dado.
Hasta
siempre "chatica", como nos decías a tus bisnietos cada vez que nos
veías. Yo de mayor quiero ser como tú, un ángel, como el tuyo, que ahora te
espera en el cielo.
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