BLOG: El erizo y la anguila
“Como
los erizos, ya sabéis, los hombres un día sintieron su frío.
Y
quisieron compartirlo. Entonces inventaron el amor.
El
resultado fue, ya sabéis, como en los erizos”
(Luis
Cernuda. Donde habite el olvido)
Recurrir
al comportamiento faunístico para explicar conductas humanas (pues qué somos
las personas sino animales) es un recurso tan gastado como efectivo.
Ayer, en el Teatro del Barrio de
Lavapiés, y un entorno en el que se exhala una importante atmósfera política,
-no obstante frente al teatro se encuentra la primera sede de Podemos, todavía
activa, y sobre la tarima de su escenario tuvieron lugar las primeras
presentaciones del partido-, tuve la ocasión de ver una obra de similar
filosofía.
Las
guerras correctas, título de la obra, versa
sobre la que está considerada la entrevista
política más importante que tuvo lugar en España durante la
última década del siglo XX. Política y periodismo, ingredientes tan
indisolubles como peligrosos entre sí, y ahí estaba yo. Interpretando, cuatro
actores representando las figuras de Felipe González (presidente del gobierno
de España entre 1982 y 1996) , Iñaki Gabilondo (periodista), Jordi García
Candau (director de RTVE entre 1990 y 1996) y un sobrecaracterizado Rubalcaba
que despertó tanta admiración como dosis de comicidio.
¿Pero
en qué se podría parecer un angustiado Felipe González en sus últimos meses de
mandato a una anguila o un joven y prometedor Gabilondo a un erizo?, ¿Qué
tienen en común periodismo y política y cuál es su relación con la zoología?
Como imaginarás, más de lo que parece.
El dilema
del erizo es una parábola escrita en 1851 por el pensador alemán Arthur
Schopenhauer. Se resume en la sentencia “herirse o morir de frío”, y hace
referencia a la necesidad que tienen las personas, animales o cosas de
encontrar la separación adecuada para no herirse, como ocurre en política y
periodismo, como ocurre con cualquiera de nosotros.
¿Y
la anguila? Cuenta la leyenda que Felipe González confesó años después de esa
tensa entrevista a Iñaki Gabilondo, ya en un ambiente más distendido y sin las
constricciones de la responsabilidad de gobierno, que un día entró en una venta
sevillana y observó varias anguilas vivas en una caja, con agua suficiente para
vivir. Una de ellas intentó escapar por todos sus medios, arrastrándose por las
paredes de la caja hasta caer en otra contigua, donde se encontraban otras
anguilas ya muertas ante la falta de agua. La política y sus partidos, a veces,
se convierten entonces en cajas difíciles de salvar, sabiendo que fuera de
ellos, sin la lealtad exigida dentro de ellos, la vida se convierte en una
atmósfera que avoca a una supervivencia casi imposible.
La
obra incide además sobre la importancia de contar con una gruesa televisión
pública, algo que por desgracia los españoles sólo hemos conocido mediante
espejismos y especialmente por lo que vemos que son capaces de hacer en otros
países, también versa sobre las férreas disciplinas de partido y en definitiva
de dos artes, política y periodismo, a veces escurridizas entre sí, como erizos
y anguilas.
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