BLOG: Palabras romas
Dice Arturo Pérez-Reverte en una entrevista concedida
al periodista de EL MUNDO Pedro Simón (porque Pedro Simón es un género
periodístico en sí mismo) que las palabras, en España, han dejado de ser
peligrosas. Y adereza tal sentencia con un lacónico adjetivo: desgraciadamente.
¿Pero es que acaso las palabras deben herir como pistolas?, ¿Tienen ese letal
cometido? Pues sí, lo piensa el académico y también el que esto escribe. Las
palabras sirven para transmitir sentimientos, amores, desamores, desconsuelos,
decepciones, alegrías, ruegos, agradecimientos, y además de todo eso, han sido
siempre las únicas herramientas que los hombres con piedad han usado contra los
despropósitos y las injusticias diarias. Despojados de piedras, de bayonetas y
de camisas arremangadas, estos hombres han usado siempre la palabra como la más
sutil e inteligente afrenta, sabedores de que es uno de los pocos valores que
no se compra con dinero ni influencia. Por eso ha sido siempre tan libre y
certera, por vivir con independencia del poder.
El problema es que vivimos malos tiempos para los intangibles y
peor para las sutilezas, y las palabras se comportan hoy en día como las
navajas que no afeitan: romas, inservibles e insignificantes. Tan solo
adquieren cierta notoriedad cuando alcanzan cotas violentas, y si el mensaje no
incluye un exabrupto o una brutalidad, no sirve de nada. Ese fenómeno lo
conocemos (y lo engrandecemos) los periodistas, quienes lejos de fomentar el
mensaje sosegado, reflexivo y pausado, escogemos con preocupante frecuencia el
camino del titular simplón y polémico, sembrando ante nosotros una legión de
torpes lectores a los que luego a nuestras espaldas nos encanta vilipendiar.
La necesidad del titular escandaloso ha tenido esta semana algún
ejemplo. El primero de ellos con el director Fernando Trueba como protagonista,
que tras recibir el Premio Nacional de Cinematografía se declaró una persona
sin apego a las nacionalidades, a ninguna. Dicho así, el titular resultaba
insulso e incluso filosófico, sin posibilidad alguna de recalar en los medios,
pero claro, en plena efervescencia nacionalista, nada mejor que ponerlo en
primera plana como “Nunca me he sentido español”, que cabe perfectamente en un
tuit y enciende a la audiencia. Trendings topics asegurados y la masa
enfervorizada, no vaya a ser que a alguien le dé por leer la noticia completa
o, lo que sería peor, ver el discurso íntegro del cineasta y se dé cuenta
entonces que el hombre no guarda ningún rencor especial a España y tengamos que
encontrar temas más interesantes de los que hablar.
Los que están al otro lado de la noticia conocen muy bien esta
banalización del mensaje y la miden milimétricamente. Y sin salirnos de la
caldera nacionalista en la que nos encontramos, quien también la ha utilizado
últimamente ha sido Artur Mas. Y es que si Trueba se metió sin querer en un
charco por declararse apátrida en el momento más desafortunado, el presidente
catalán buscó el fango a gritos animando a hacer “un corte de mangas” a los
líderes políticos españoles. Mas sabe que de vez en cuando hay que sacar los
pies del tiesto para que hablen de uno, y lo sabe igual que lo saben los que no
piensan como él. Conviene medir las formas sobre todo si optas a liderar un
nuevo país, pero sabes que la mesura en las palabras no se lleva del todo bien
con las portadas, y de vez en cuando es mejor sacar a pasear al forofo que
todos llevamos dentro. El pueblo pide circo y los periodistas estamos siempre
dispuestos a dárselo. Y mientras, el hombre justo observa perplejo desde
la seguridad del que sabe que cuanto más preparado estás, más conviene
mantenerse prudente, como asevera el canoso de Reverte en su entrevista.
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